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domingo, 22 de abril de 2018

Tensión y miedo en la entrada al Wanda


Dejando a un lado el partido de fútbol y todo lo que rodea al Sevilla, me gustaría dejar aquí algunas palabras sobre los momentos que viví en la entrada al Wanda Metropolitano ayer, concretamente en el primero de los controles. Sin duda, una de las escenas más tristes y lamentables que recuerdo haber experimentado en carne propia.

Tengo amigos y compañeros que entraron al campo antes que yo y no tuvieron dicho problema, pero somos muchos los que vivimos aquello. Pues bien, acabábamos de arropar al equipo cuando entraba al autobús en el estadio y, acto seguido, procedíamos a entrar nosotros en el recinto para ir tomando asiento y preparar el encuentro dentro del propio campo.

Queda más de una hora y media para el partido (por lo que no se puede hablar de que íbamos justos de tiempo) cuando me disponía a pasar el primer control de seguridad. Imaginaba una larga fila de gente ordenada y modelada mediante unas vallas. Para mi sorpresa, me encontré un mar de cabezas que conformaban una bulla enorme de gente que empujaba como podía para entrar antes que los que tenía a su lado, hacinados como si fuéramos animales antes de ser sacrificados.

Estuve un buen rato hasta que conseguí entrar, y eso que entré antes de lo que se debía porque la gente perdió los papeles. No sé cuántos habríamos esperando entrar (ya os garantizo que éramos muchos), lo que sí sé es que los policías que iban 'controlando' lo que llevábamos eran 3 ó 4. Entrábamos con cuentagotas, perfecta metáfora de un reloj de arena.

Dentro de dicha bulla viví momentos que me hicieron sentirme muy mal pese a no tener culpa ninguna. Por desgracia, me toco ver cosas que harían reflexionar a cualquiera menos a los responsables de que aquello pasaran. Muy cerca mía, una ambulancia tenía que abrirse pase entre una multitud que apenas podía moverse para sacar la mano del bolsillo para atender a alguien que no pude ver por un motivo que no pude conocer. A mí derecha, un chaval en silla de ruedas aguantaba como podía el agobio de solo ver cabezas a su alrededor y el amigo que lo llevaba solo podía pedir perdón a todo el que iba golpeando con la silla en una situación que necesito otra medida de emergencia, tener que apartar a todo el mundo para que el muchacho en la silla entrara dentro rápidamente antes de que tuviera que lamentarse una desgracia. Mientras tanto, padres salían con sus hijos cuando estaban cerca del control, pero obviamente el hijo está a un nivel superior en las prioridades que el fútbol, y si tu hijo está llorando estresado debes sacarlo para evitar males mayores.

Y al final, ocurrió lo que tenía que ocurrir. Después de muchos pitos, cánticos como "el Wanda es una mierda" y un largo repertorio, el cabreo llevo a la gente a empujar y a tirar muchas de las vallas que estaban al lado del dispositivo policial, y lo que era un cuentagotas acabó con decenas de personas entrando corriendo y apartando todo lo que podían de en medio para salvar el dispositivo.

Yo estaba dentro de la marea cuando ocurrió eso, y entré por inercia entre muchísima gente sin pasar el control. Me llevaría dos desagradables sorpresas cuando lo superé. La primera fue encontrarme dentro las vallas que deberían estar regulando la entrada fuera, cuando dentro apenas estaban siendo útiles. La segunda, y más desagradable de todas, fue ver en un contenedor de basura varias bufandas de Biris Norte, algo que me sentó muy mal y que jamás entenderé.

Esa, señores, fue mi entrada al Wanda... y la de mucha gente. Sevillistas indignados, cabreados y enrabietados que habían sido tratado como animales por culpa de un desastroso dispositivo de seguridad que pretendía evitar problemas y solo consiguió crear más. Tuvimos mucha suerte porque no hubo que lamentar desgracias. Si llega a haber una avalancha, allí perdemos a más de un sevillista. En la situación que estábamos, no podíamos movernos y casi ni respirar.

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