Lo Último

miércoles, 4 de abril de 2018

En cinco minutos

Qué bonito puede llegar a ser el fútbol, cuántas emociones puede provocar. El sevillismo vivió este martes muchas emociones diferentes en escasos 300 segundos, tiempo de sobra para más de 300 sensaciones, más de 300 suspiros.

Y es que, por un momento, el Ramón Sánchez-Pizjuán vio a su Sevilla en el Olimpo. Cuando, en el minuto 31, Sarabia marcaba el primer gol del partido, cerré los ojos y me imaginé ese precioso himno de la Champions volviendo a sonar en Nervión en la siguiente ronda, nada menos que en semifinales.

Cuántas veces hemos visto unas semifinales de Champions por televisión. Barcelona, Madrid, Manchester United, Liverpool, Juventus, Inter, Milán, el propio Bayern... Los goles determinantes, las tantísimas tandas de penaltis, grandes remontadas, jugadores históricos... Los más grandes clubes y los más grandes futbolistas han pasado por ahí, y durante cinco minutos (el tiempo que transcurrió hasta el 1-1) me vi más cerca que nunca de vivir todo eso en carne propia.

Si ya el Sánchez-Pizjuán es un lugar especial, en ese tramo desprendía un aura diferente. Había un aire distinto, algo que no era lo mismo. Todos esos cuerpos y todas esas gargantas desprendían algo único, algo que jamás había sentido en un campo de fútbol. La magia se hizo deporte.

Marcaba Sarabia y estallaba el éxtasis. La locura invadía Nervión. Celebrabas el gol con todos los que te encontrabas mientras saltabas y gritabas de alegría: tus amigos, los que tienes siempre al lado que conoces gracias a este maldito veneno e incluso caras nuevas que se cruzan sin que te des cuenta, a todos los abrazas como si fuera la última vez que pudieras abrazar a alguien.


El balón seguía rondando, pero nada era lo mismo a lo que fue aquellos 31 minutos atrás... Ni siquiera se parecía a nada de lo vivido allí. La gente había cambiado, sus ojos no eran los mismos. Sus miradas reflejaban ilusión, orgullo... Eran el más puro reflejo de un alma que estaba muy llena. ¿Cómo puedo explicar lo que se veía en esos rostros tan felices? Es indescriptible lo que sentimos los que estábamos presentes. Si estás leyendo, solo espero que sepas sobre lo que estoy hablando, y que te saque una sonrisa que te recuerde un mínimo a la sonrisa que tenías ayer.

Las banderas ondeaban más erguidas, las bufandas giraban a cámara lenta, los cánticos sonaban más bellos que nunca y el fútbol se convertía en vida, vida en pleno esplendor.

Mirabas al césped y se estaba disputando un partido de fútbol, pero mi mente se había desplazado a otro lugar. A mí, como a tantos otros, me brotó una pequeña lágrima de los párpados porque, como dijo el cazón: "Este sufrimiento quitará años, pero da vida".

Y todo esto en solo cinco minutos. 300 segundos en los que pasaron muchas cosas. El 1-2 que se lleva el Bayern lo pone muy difícil, pero permítanme soñar y apelar a la épica. Difícil no es imposible. Quién sabe cuánto tardaré en sentir lo que sentí en cinco minutos, espero que sea lo antes posible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario