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domingo, 22 de abril de 2018

Sevilla somos nosotros

Sí, yo fui uno de esos 25000. Yo fui uno de esos sevillistas que se desplazaron a Madrid con la ilusión de levantar un título a su equipo aunque la lógica dijera lo contrario. Yo fui uno de esos que salieron de Sevilla con una sonrisa en la cara a las cinco de la mañana para después entrar en el Wanda Metropolitano y ver a un equipo sin dignidad.

El viaje, fantástico. La compañía, maravillosa. La experiencia, una más. Hasta que tocó entrar al estadio, todo estaba siendo perfecto. El sevillismo echó un día espléndido en una Fan Zone bastante peor que la de hace dos años (cuando la final se jugó en el Vicente Calderón), con el colofón final de la llegada del equipo en el Wanda. La avenida y la subida al terreno que rodeaba al estadio se plagó de sevillistas que coreaban y alentaban a los jugadores cuando el autobús se disponía a entrar en el estadio.


Los problemas empezaron al tener que pasar el primer control de seguridad, donde nos tuvieron apretados como si fuéramos una manada de cerdos y donde pudo producirse una desgracia. Por suerte, no ocurrió nada. De esto hablaré en otro artículo.

Ya dentro, cuando le tocó al balón rodar fue cuando la preocupación invadió mi cuerpo y el de más de un sevillista. Desde el primer minuto de partido, ya empecé a presagiar lo que finalmente ocurriría, porque el equipo salió sin ideas y no hizo nada por encontrarlas a lo largo del partido, a medida que iban pasando los goles. Que el Barcelona habría ganado a casi cualquiera ayer debido a su situación era algo obvio, que nos ganaran entraba en todas las quinielas y parecía de locos (lo que somos) pensar que podríamos llevarnos el título, pero lo que no se puede consentir es que nos ganar en dignidad. El Sevilla ayer, como muchas veces a lo largo de esta temporada, perdió su identidad. No hubo casta, tampoco coraje, solo once jugadores que eran zombis en un terreno de juego.

Lo mejor fue, sin duda, el sevillismo. Con 0-4 el himno del centenario entonó en el Wanda como nunca, y se mantuvo durante el 0-5 (ya que nos marcaron mientras lo cantábamos). Y es que nosotros somos los más dolidos por esto, a nosotros es a los que nos duele ser humillados. Al final, los jugadores vuelven a Sevilla con su sueldo intacto, mientras que yo me hago 14 ó 15 horas de autobús y me dejo un dinero que para los futbolistas es una miseria en un viaje y una entrada como para que los que estén en el campo no den la cara. Después de 90 minutos donde mantuvimos la cabeza bien alta, al terminar el partido el equipo se llevó una de las pitadas más gordas que recuerdo, con unos jugadores a los que les costó muchísimo acercarse a pedir perdón a su afición. Si en el club hubiera un mínimo de reparo en su afición (algo que se perdió hace tiempo) nos devolverían el dinero de la entrada a todos los que estuvimos allí.
Aunque claro, quién quiere el dinero cuando ayer nos quitaron la dignidad. ¿Serán ustedes, directivos o jugadores, quienes consuelen al pequeño sevillista que ayer lloraba a mi lado al ver como el escudo que el lleva en el corazón estaba siendo arrastrado en el campo? ¿Serán ustedes, directivos o jugadores, quienes den la cara en el próximo partido? ¿Serán ustedes, directivos o jugadores, capaces de vivir más allá de 4 ó 5 partidos buenos (ejem, Óscar Arias) que hemos hecho esta temporada? No lo creo, ese es el problema.

Y no lo creo por muchos motivos. No lo creo porque anoche pillaron a N'Zonzi después del partido de fiesta y pasándoselo muy bien en un club-discoteca de Madrid, y porque el vídeo que ha subido hoy a través del Twitter oficial del Sevilla tiene menos credibilidad que un billete de 30€. No lo creo porque, cuando en Atocha un aficionado recriminaba cosas al equipo con toda la razón del mundo y con mucho respeto, Pizarro (el más indicado...) se giraba y encaraba con él, teniendo la indecencia de comparar lo jodido que está él con lo jodido que estaba un sevillista. No lo creo porque, cuando un aficionado que se ha dejado el dinero en ir a Madrid se queja ante Pepe Castro, el incompetente le responde con un "¿Estás contento?" que lo único que hace es provocar violencia. No lo creo, al fin y al cabo, porque en mi club se han perdido los papeles en todos los aspectos.

Muy pocos se salvan. Muy, muy pocos. Del partido de ayer, por ejemplo, apenas puedo salvar a Navas, Soria y Sandro. Después, otros jugadores que cuentan con pocos minutos como Geis o Roque Mesa, además de Carlos Fernández. Todos ellos, jugadores con los que yo saldría todos los partidos de aquí al final de liga. Ya que podemos estar avocados al fracaso, quiero en el campo a gente que se mate por el escudo que viste en la camiseta, a gente con carácter, que no ha tenido ni una mala palabra ni un mal gesto y a la que no le ha hecho falta ser protagonista. A esos sí los quiero, al resto los barría en una preciosa limpieza.

El primero que debería ser barrido, y que debería serlo ya, es Montella. Un hombre sin ideas y que no sale de un sistema que tiene instaurado a piñón fijo y que ayer, en la rueda de prensa post-partido, se rió del sevillismo con sus declaraciones. Un hombre que, cuando el equipo volvía en tren y Castro le dijo que se reunirían mañana de forma urgente, le respondió que ya si eso se ven el martes porque el lunes tiene descanso (información de Javier Santos en 'el Correo'). Ese es el nivelito en el Sevilla este año, con un entrenador vacilón que solo usa traje en los partidos importantes y con un presidente incompetente al que no respetan ni sus propios empleados y al que abuchean en la Fan Zone en la previa de una final con un discurso patético y de 30 segundos, y al que toca la afición le pide la dimisión en pleno partido.

Tampoco se libra Óscar Arias, otro que no debería estar en el club ya, porque todo lo que toque de la planificación de la próxima temporada será dañino para el Sevilla. Claro, que es Pepe Castro el que debería haberlo echado. Mientras tanto, su nulidad como director deportivo ha provocado esta situación, un equipo al que no le queda competición ninguna a la que agarrarse y que va a pasarlas canutas de aquí al final de temporada peleando con equipo con mucho menos presupuesto después de haber tirado 100 millones a la basura, permitiéndose aún alardear en sus declaraciones. Pero sale Pepe Castro diciendo que los sevillistas tenemos que estar contentos. Ese es el nivel.

Y ya, en frío, siento mucha preocupación. Siento mucha preocupación por lo que puede venir, por la próxima temporada y por más adelante. Siento mucha preocupación porque no quiero volver a caer en una época de Sevilla de mediocreidad, de años negros en los que no pasa nada bueno o destacable, donde somos un equipito más en competiciones solo nacionales. Como el Sevilla no se clasifique para Europa la próxima temporada, la pérdida de poder económico del club va a ser palpable. No sé si habrá un colchón de dinero para una temporada más, pero seguro que no para dos. El gran problema es que da igual cuánto haya si mantenemos a este director deportivo y al que aún no lo ha cesado. El gran problema es que hay que hacer una limpieza enorme en el club, de arriba a abajo, pero no sé si los que están al mando van a ser capaces porque veo que tienen muy poca idea.

Al final, solo quedamos nosotros, los que de verdad sentimos esto. Solo queda el sevillismo, ese que está jodido de verdad y al que se le caía la cara de vergüenza ayer. Esos que estuvieron todo el partido animando para al término del mismo regalar una sonora pitada al equipo, esas caras de ilusión que se tornaron en humillación, esas bufandas al viendo, esas gargantas animando, esos niños llorando... Sevilla somos nosotros.


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