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jueves, 11 de octubre de 2018

Un ídolo diferente


El otro día, un día cualquiera de un mes de octubre cualquiera, escuché a un chiquillo decir que de mayor quería ser como Jesús Navas. Aquel niño me hizo reflexionar, me hizo pensar qué tenía este futbolista que hacía que los que sueñan con ser futbolistas quieran ser como él, cuando es el personaje antagónico al clásico referente mediático que se nos muestra en este fútbol tan comercial, tan hecho negocio.

Y es que Jesús Navas no es un jugador al uso, es esta su gran esencia. Cuando hablamos de Jesús Navas hablamos de un sevillista más, un hombre que conoce sus raíces, que las respeta y que las ha representado por toda Europa, por Inglaterra y por todo el mundo con aquella carrera que inició el gol de la única Copa del Mundo que la selección española de fútbol tiene en sus vitrinas. Un hombre que ha abanderado el sevillismo y que, a día de hoy, lo sigue haciendo llevando el brazalete de capitán en su brazo cuando está en el césped del Ramón Sánchez-Pizjuán y de cualquier estadio de España y Europa.

El que un día fue "el duende de Los Palacios" es ya una de las grandes leyendas sevillistas sin ni siquiera haberse retirado. Desde que Joaquín Caparrós lo hiciera debutar cuando era solo un chaval hasta el día de hoy han pasado muchos años, han pasado muchos partidos, muchas temporadas, muchas competiciones, muchas alegrías y muchos momentos no tan felices. No se entiende al mejor Sevilla de la historia sin esas incursiones de un Navas explosivo por la banda derecha y sin sus asistencias y centros para que Kanouté y Luis Fabiano hicieran los goles, no se entiende al Sevilla sin su gol en la final de Copa del Rey 2010 ante el Atlético de Madrid, y no se entiende al Sevilla actual sin Jesús Navas portando el brazalete de capitán.

Porque aún en estos tiempos, en los que el que un día fue niño tiene ya 32 años, sigue corriendo como si aún fuera aquel muchacho que un día salió de la carretera de Utrera. Se empeña en demostrarnos que está mejor que nunca, y lo mejor es que nos está convenciendo de que así es, porque su aventura en el Manchester City lo ha convertido aún en un mejor futbolista, con un sentido del juego y unas capacidades defensivas que no existían antes y en una posición de carrilero que encaja a la perfección con su perfil y que parece que nadie va a poderle arrancar.

Esa es la esencia de Jesús Navas, esa pasión por lo que hace, ese amor por sus colores. No volvió simplemente para retirarse aquí, volvió a demostrar que es mejor jugador que aquel que se marchó a una aventura en la Premier League. Y no se cansa, no se detiene en su empeño, porque cuando ya no tiene nada más que demostrar, él lo sigue intentando partido a partido hasta el punto de conseguir que todos nos olvidemos de que tiene 32 años y pensemos que aún está en los 25.

Sin esa humildad no podríamos hablar de Jesús Navas, un futbolista que ha ganado dos Copas del Rey, una Supercopa de España, dos Copas de la Liga Inglesa, una Premier League, dos Copas de la UEFA (ahora Europa League), una Supercopa de Europa, una Eurocopa y un Mundial, y que aún así sigue siendo aquel crío que se formó en la Ciudad Deportiva Ramón Cisneros, que nunca se ha crecido más que nadie y que iba a entrenar con el Manchester City con un coche cuyo valor era inferior al sueldo que cobraba en una semana.

Ese es él, Jesús Navas, el ídolo del sevillismo. Un ídolo que no ha necesitado ser foco de los medios de comunicación, que nunca ha sido portada de la prensa, que nunca ha obtenido el crédito nacional ni internacional que podría merecerse, que ha jugado ya 450 partidos con la camiseta sevillista y sigue entregándose como si fuera el primero, un ídolo que nunca ha sacado los pies del tiesto, ni pronunciado una palabra que estuviera fuera de lugar, ni ha necesitado peinados extravagantes, tatuajes o elementos más allá de unas botas y un balón.

Ese es él, Jesús Navas, un espejo donde los aficionados del club más laureado del sur de España se miran. Un ídolo... diferente.

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