Llevaba un tiempo pensando si escribir sobre el tema y creo que ha llegado la hora. La desilusión ha invadido al sevillismo después de una temporada que se presentaba como una de las más ilusionantes de la historia. El momento actual es la antítesis del resto de la temporada y las sensaciones que transmite el equipo en el campo son pobres.
Empate en Mendizorroza, empate en casa ante el Leganés, eliminación en Champions tras ser remontados y ahora una dura derrota en el Calderón que hace que el Atlético se acerque a dos puntos, teniendo además el gol "average" a su favor.
Los jugadores no tienen las ganas que tenían antes. Las piernas parecían no pesar y ahora dan la impresión de ser de plomo. El juego del Sevilla se ha vuelto lento, estático, previsible. Nasri, N'Zonzi, Vitolo... jugadores que arrasaron con todo y que de golpe han dejado de crear el peligro que creaban. Los resultados dan la espalda, las sensaciones también. La defensa se tambalea. Todo nos da la espalda.
Algo está fallando en el Sevilla, o tal vez un cúmulo de cosas, pero lo cierto es que este Sevilla es un espejismo comparado con aquel que nos maravillaba en diciembre o enero. Hemos perdido nuestra seña de identidad, no sometemos al rival (como tanto le gusta decir a nuestro entrenador), no somos un equipo vertiginoso y ofensivo. ¿Qué nos pasa? Esa es la pregunta que a todos nos invade.
El mundo entero miraba al Ramón Sánchez-Pizjuán, esa olla a presión donde se han visto auténticas locuras. El estadio se venía abajo ya en aquel primer partido de la temporada en la Supercopa de España ante el Barcelona, donde todos los nuevos miraban atónitos como el templo sevillista entonaba al unísono el maravilloso himno del centenario. Las banderas se izaban en Gol Norte para contemplar un festival de goles en el primer partido liguero ante el Espanyol...
Todo aquello tenía consecuencias, equipo y afición eran uno, así llegaron las grandes gestas. El equipo cogió carrerilla y ganaba fin de semana sí y fin de semana también. Solo Messi impide que el Barcelona se vaya de vacío de Sevilla, nuevo derbi a nuestro favor, cuatro goles al Málaga en diez minutos, victoria sobre el Madrid...
Todo va rodado, todo el mundo coloca al Sevilla como candidato al título de liga y habla de su virtual estancia en cuartos de la UEFA Champions League con ganas y opciones de dar la sorpresa. Solo el Madrid y Mateu Lahoz pudieron quitarnos de en medio en la Copa del Rey. Parecía que nadie podía parar a este Sevilla.
Pero nos equivocábamos, alguien más pudo. Se montó una gran trama entre las sombras con muchos implicados y un claro damnificado: el Sevilla Fútbol Club y toda su gente. Estadio Ramón Sánchez-Pizjuán. 12 de enero de 2017. Copa del Rey. Octavos de final. Partido de vuelta. Últimos minutos del partido. 3-1 para el Sevilla. Penalti a favor del Madrid. Lo tira Sergio Ramos. Era el principio de lo que no podíamos imaginar que acabaría en desilusión.
El canterano sevillista, aquel que tanto dice amar a su club, decide tirar un penalti en el campo del equipo que le hizo futbolista con la eliminatoria resuelta. Lo tira a lo "panenka", marca y se va a celebrarlo hacia Biris Norte llevándose las manos a las orejas. Pide perdón al resto del estadio, que se une a Biris y corea su nombre acompañado de un recuerdo a su señora madre.
Era solo el principio. El Ramón Sánchez-Pizjuán era un clamor, al unísono en contra del central de Camas. Acaba el partido y es de lo único de lo que se habla, Sergio Ramos se quiere defender y comienza a hablar de lo muy sevillista que se siente y de que cree que debe ser más respetado por el sevillismo (por Biris, más en concreto).
Empieza la campaña mediática de la manipulada prensa nacional para lavar la imagen de Sergio Ramos y para cargarse a Biris. Nuestros directivos, en silencio. Pepe Castro hizo dos declaraciones hacia Sergio Ramos en las que parecía poner orden. Un falsa ilusión. Continuos ataques hacia Biris por todas partes, por todos los medios, como si fuera la primera vez que se canta eso en un estadio (teniendo en cuenta la de veces a lo largo de la historia que se escucharon insultos racistas en el Bernabéu).
Aquello fue el perfecto pistoletazo de salida para que, desde la presidencia de nuestra liga, el señor Tebas maquinara aquello que tantas ganas tenía de hacer, destrozar nuestro club. Ahora, todo sale como él quería. El Sevilla se ha desinflado y no molesta a Real Madrid y Barcelona, Nervión ha pasado de ser una olla a presión a ser un cementerio, la afición está dividida...
Todo encaja demasiado bien, todo es muy oscuro. De repente, el Barcelona se fija en Sampaoli hasta que nos echan de Champions. Curiosamente, ahí se acaba el interés, justo el día siguiente. El Sevilla, el gran perjudicado en este baile de poder en el que nadie ha pensado en nosotros, en el sevillismo, en los que queremos este escudo y a los que de verdad nos duelen las derrotas, las eliminaciones y ver nuestro estadio en silencio.
La directiva de nuestra competición está politizada (algo que nunca me ha gustado en el fútbol) y mira hacia la derecha. ¿Cómo sino, explicas que el Frente Atlético haya cantado hoy "puta Sevilla" todas las veces que ha querido y haya animado con todo su material, a pesar de acarrear a sus espaldas una muerte cuyo caso fue finalmente ignorado por la justicia?
No somos los únicos, también quisieron quitarse a Riazor Blues de encima. Pero la directiva del Deportivo, fue valiente y plantó cara. No dejó a los suyos de lado. Declararon a sus ultras como grupo violento y prohibieron su simbología, no dejaban entrar sus bufandas o banderas en ninguna parte. Todo idéntico a lo que nos está ocurriendo. ¿Qué ocurrió? El Deportivo dio un golpe en la mesa, hizo lo que pudo. No consiguieron dejar de ser declarados violentos, pero consiguieron (yendo a los tribunales) ratificar que una pancarta donde pone "Riazor Blues" no incita a la violencia. Al Deportivo le siguen azotando (véase lo que ocurrió con Torres), pero ellos están en pie porque su club lucha por ellos.
¿A qué nos hemos limitado aquí? A escondernos bajo el lema "cordiality" y poner vídeos que digan que "animar no es insultar" y que "cada insulto nos deteriora como club". Es todo muy irónico, porque en dicho vídeo sale el Sánchez-Pizjuán destruyéndose, cayéndose a pedazos, cuando eso es lo que están haciendo desde que los que siempre alzaban la voz en el estadio no lo hacen, desde que se ha convertido en una tumba.
Aunque no se pueda probar a ciencia cierta, el Sevilla ha dejado escapar puntos desde que aquello ocurrió, desde aquel día en el que el club sacó un comunicado en el que decía que se prohibía la terminología Biris en el estadio y que se les declaraba grupo violento. Desde entonces, muchas especulaciones y parece que conversaciones internas (no entro aquí porque no estoy informado), pero nuestro estadio igual, en silencio; y el alma de Nervión, muerta a cañonazos.
Ahora, una empresa china quiere comprar acciones del club. No me extrañaría que a más de uno de la directiva se le inyectaran los ojos en euros, euros y más euros. Mientras tanto, los que pagamos para ver a nuestro equipo, a los que de verdad nos importa, a los que de verdad nos duele, decepcionados por cómo está ocurriendo todo.
Decepción en Leicester, encuentro en el Calderón. Varios aficionados van al aeropuerto a despedir al equipo con una pancarta y coreando cánticos. Ni una mirada, ni un gesto. ¿Esto nos merecemos los que sufrimos por ti? El presidente, nuestro presidente, insistente en el tema de "no a los insultos y a la violencia", cuando en otros lados andan a sus anchas muchos otros grupos ultras.
No lo olviden, el damnificado es el Sevilla y su gente. Los jugadores cobran igual, los directivos cobran igual, el cuerpo técnico cobra igual. Nosotros somos los que nos fastidiamos aquí. El Sevilla es su gente, y Pepe Castro está dando la espalda a su gente. Nada más que añadir, señoría. Espero que hayáis llegado aquí y hayáis leído las impresiones y la humilde opinión de un servidor. Salud y sevillismo, lo mejor de esta vida.
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